sábado, 5 de diciembre de 2015

¡Qué bello es haber vivido!

A José Luis Novis Jaime (In memoriam)

La tarde se acortaba un poco más y se me echaba encima, el cielo se apagaba entre franjas rojizas y retazos blancos; se hacía la noche. El aprendiz diletante, escribía, releía, dudaba, presentía.
José Luis se ha ido en silencio, con el silencio del otoño que declina, un silencio solemne.
Bullicio, jolgorio, compra desenfrenada, villancicos que resuenan por los altavoces de los centros comerciales, ruido de cascabeles, olor a castaña asada.
Último repique de campanas, rezos, ruegos, susurros plañideros. ¡Padre, Madre, escuchad nuestras deprecaciones!
El ambiente navideño hace que éste sea un día más gris, más triste, más frío. En mi alma solo oigo un gran silencio.
El escritor diletante se entristece de no tener ya la complicidad del hombre sensato. Se avergüenza de su falta de piedad, de la cristiana visita y conversación aliviadora con el enfermo que ya nunca podrá ser, de no haber tenido si quiera el valor de compartir los postreros minutos en el último adiós. Se siente miserable al escribir estas inútiles líneas póstumas.
José Luis se ha ido en silencio, con el silencio del otoño que declina, un silencio solemne.
Se hace de noche en el alma. La soledad la inunda. Meditación y dolor extático se imponen. El alma dañada quiere olvidarse del tráfago de la vida y dedicar la mañana a despedirse del Hombre insignificante.

Querido tío José Luis, por fin descansas:

Se acabó el dolor, se acabó la monotonía de este vivir en círculo tan de los seres humanos. Dejas tu hogar en esta tierra que es sólo de tránsito, perece tu carne para hacerte espíritu eterno en nuestros corazones. Dices adiós a tu mujer Chus; a tus hijas María Jesús, Teresa, Carmen y Carlota; a tus muchos nietos; la familia que creaste, amaste y por la que tanto luchaste. Experimentas la palingenesia al reencontrarte con la madre Aurora, el padre Antonio, y los antepasados queridos que, como hoy tú y mañana nosotros, un día se fueron hacía donde tú ahora partes.
Soportaste la cruel enfermedad más allá de lo tolerable, con la plena consciencia de humanidad con la que el humano dolor se manifiesta, en amoroso afán de apurar el último segundo junto a los tuyos cercanos y más queridos, inevitablemente quejoso, deprimido, pero con resignación cristiana, aferrándote a la Fe para alcanzar el necesario sosiego del espíritu.
Descanse en paz el hombre que pasó bueno por la vida. Ya todo es sosiego, ya todo es calma.
Hoy es un día más gris, más triste, más frío. José Luis se ha ido en silencio, con el silencio del otoño que declina, un silencio solemne, un silencio que ensordece.

¡¿Qué bello es haber vivido, verdad?!

Gracias, José Luis,
por el consejo sabio y oportuno,
por la mano firme cuando estaba al borde del vacío,
por tus recuerdos compartidos,
por tu generosidad ante el naufragio familiar
Verdaderamente un hombre no puede fracasar si tiene amigos
¡Ah!, y gracias por las alas.



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